Cuando nos besamos el cerebro se activa y una parte de este se comporta como que estuviera bajo los efectos de la cocaína.
Besar es la forma más natural del contacto entre dos personas que se aman, despierta el deseo sexual entre ambas y las dirige a un nivel de intimidad compartido, que da lugar a los primeros afectos.
Con un beso se activan hasta unos 30 músculos faciales, 17 de ellos relacionados con la lengua, se transfieren 9 miligramos de agua, otros 0,18 de sustancias orgánicas, 0,7 de materias grasas, 0,45 de sales minerales, además de millones de gérmenes, bacterias y microorganismos, y se queman, a lo largo de tres minutos, unas quince calorías.
Cuatro neurotransmisores básicos que se despiertan con el beso:
1. Dopamina, que nos hace sentir placer y bienestar.
2. Serotonina, con la que sentimos excitación y optimismo, aunque también puede tener un efecto de ira y agresión ("en este caso lo que ocurre es un rechazo a la pareja")
3. Epinefrina, que aumenta la frecuencia cardiaca, el tono muscular y la sudoración, por eso sentimos calor y que el corazón se acelera.
4. Oxitocina, que genera apego y confianza.
Pero, además, se liberan otras sustancias, como el óxido nítrico, que relaja los vasos sanguíneos, provocando un incremento en el flujo sanguíneo del pene y, por tanto la erección.
O la feniletilamina, "una anfetamina potente y rápida que estimula el sentimiento de placer, por eso el primer beso de los adolescentes suele ser más intenso y apasionado",
Pero la pasión no es eterna.
La química del beso parece cambiar con el paso del tiempo dentro de una misma relación.
De manera que el enamoramiento inicial donde todo es energía y vitalidad se va desvaneciendo paulatinamente y deja paso a una segunda etapa más sosegada. La razón de este cambio reside en la saturación de los receptores del cerebro, "se pasa a otra etapa en la que no se siente la pasión inicial pero se está a gusto con esa persona. Aunque no todas las parejas realizan el paso del primer estadio al segundo". El psiquiatra Jesús de la Gándara señala incluso que existe un cambio en la química cerebral, "al principio de la relación hay gran estimulación hormonal donde dominan los andrógenos (testosterona) y la dopamina, pero con el paso del tiempo cambia y se estimula más la vasopresina y la oxitocina; se besan con menos frecuencia e intensidad pero de manera más cariñosa y estable".
Algo que parece confirmar un estudio realizado en la Universidad Bar llán, en Israel, y que mostró el importante papel de la oxitocina, la hormona que genera apego, en las relaciones estables
Cuando nos besamos, intercambiamos complejas señales químicas que sirven para evaluar nuestra compatibilidad genética con la de la persona que estamos besando.
En la saliva de los hombres, además, se encuentra la testosterona. Cuando esta pasa a la boca de la mujer, se convierte en un detonador de excitación sexual. Al momento de besar, las mujeres poseen en su boca hormonas llamadas copulinas. En ellas también existe un alto nivel de testosterona, que ayuda a incrementar el apetito sexual del hombre. Es por esto que, a veces, el beso funciona como un preámbulo del contacto sexual.
El beso también hace que tu glándula pituitaria libere oxitocina, conocida como la hormona de la intimidad. El neurólogo Gareth Leng, de la Universidad de Edimburgo, estableció en un estudio que la oxitocina es más eficaz que el elixir amoroso más potente para provocar la excitación sexual. Además, está ligada a funciones como el orgasmo y el enamoramiento. Y tranquilo, si alguna vez pensaste que estabas loco porque no podías parar de besar, tenemos la explicación: nuestro cerebro es adicto a la oxitocina.
La excitación producida por el beso aumenta el flujo sanguíneo y nuestra temperatura corporal sube. Esto hace que nuestros pezones inicien a endurecerse, que sintamos mariposas en el estómago y hasta un cosquilleo en la zona genital. Al mismo tiempo, nuestro corazón se acelera, nos sudan las manos, nuestra respiración se agita y nuestras pupilas se dilatan.
Cuando besas, de pronto ya no estás tenso o estresado y hasta te sientes más feliz que hace un rato. ¿Te ha pasado? No. No es el amor. Son las endorfinas, unos opiáceos naturales que provocan una sensación placentera y funcionan como un antídoto contra la depresión (otra razón para seguir besando).
Y por último, ¿te has preguntado por qué sentimos la necesidad de cerrar los ojos cuando besamos? Sí, es incómodo ver a los ojos a tu pareja mientras se besan, pero hay una explicación científica más allá de esto. Se cierra los ojos para permitir que nuestro cerebro se enfoque en una tarea en específico. Esto se debe a que el ser humano tiene dificultad en procesar y concentrarse en varios sentidos a la vez que recibe estímulos visuales. Cuando nuestra conciencia visual desaparece, la táctil aumenta, y así disfrutamos mucho más del acto.
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Dra. Ibeth Sinmaleza M.
SALUD BIOSPICOSOCIAL
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